Pero solo bastó con que él viera la imagen de esa inocente dama morir en el suelo para  llenar de culpa su corazón y nublar todos sus pensamientos. 

         Fue tanta la culpa, que arrepentido de rodillas le confeso todo a su amigo. Ulises al cual la ira lo empezó a consumir y que si no hubiera sido por los guardias allí presente habría asesinado a su amigo sin dudarlo.

          Pasaron los días y Alexander que se encontraba encarcelado fue ejecutado públicamente, pues así era las leyes en ese entonces. Ulises que se encontraba destrozado, fue a visitar la tumba de su amada, quitándose allí su miserable vida. Con la misma espada que venció a la bestia que comenzó todo, la bestia que inundó de odio el corazón de Alexander, la misma bestia que tomó la vida de cientos de guerreros que solo viven en los recuerdos de sus seres queridos.

      Solo bastó con un corte limpio en la garganta para ponerle fin a esta historia y así, poder ir a descansar con el amor de su vida.